Espectadora

10 mayo 2008


A veces la vida te condena a permanecer inmóvil. Te ordena que te sientes, te da algo que comer (por lo general un bocado amargo) y te dice: "quieta, observa... aprende". Y no te queda más remedio que observar el espéctaculo de la vida a tu alrededor. Quieto, como un pasmarote, mientras las alegrías y las penas se suceden a tu alrededor. La rebeldía acude como un huracán, luchas contra las correas que te atan...cómo soportar el dolor que se expande por doquier sin hacer absolutamente nada? Llega un momento en que no sabes qué duele más: si tu propia impotencia o el espectáculo que se desarrolla ante tus ojos. Pero la paciencia acaba entrando en escena... y acabas observando la vida como algo ajeno, sabiendo que las alegrías van y vuelven, igual que el dolor y la pena... como las olas del mar... que horadan los acantilados... pero éstos, a pesar de todo, siguen en pie.

1 Comentarios:

Cristina dijo...

Y al final, son esas olas, las alegrías y las penas, las que les proporcionan esa belleza...

13 de mayo de 2008, 21:28