Tengo una imagen grabada en la cabeza desde que era pequeña: una geisha tocando el koto , en un entorno idílico: un salón lleno de pinturas en seda de almendros, grullas, el monte Fuji... y ella moviendo delicadamente los dedos, acariciando las cuerdas con plectros de filigrana de oro (es lo que tienen las películas, que los plectros realmente son de marfil, y que cuando los ví por primera vez me parecieron una especie de anillos monísimos... yo y los anillos, y eso que era una canija)...
El koto es una cítara realizada en ciprés japonés (el mismo con el que se hacen las máscaras del teatro Noh, es un ciprés que sólo crece en Japón, se usa para templos y casas de gente muy, muy rica, incluso para hacer bañeras. Para trabajar con él, una vez talado, se sumerge en un río durante 13 años, tras los cuales se saca y se deja secar durante otros trece años, consiguiéndose una madera flexible a la vez que muy resistente, y además tiene un olor muy especial... es fresco y te recuerda a la lluvia). El koto llegó a Japón desde China en el siglo VIII, y forma parte de la música cortesana o Gagaku. El original tiene 13 cuerdas de seda encerada, pero en la actualidad han llegado a modificarlo para que tenga hasta 80 cuerdas.
Se toca en el suelo, con los tres plectros colocados en el pulgar, índice y corazón.
Su aprendizaje era obligado para las damas de la corte y los caballeros:
“Primero debes estudiar el manejo del pincel. Luego debes aprender a tocar el Koto de siete cuerdas mejor que cualquiera. Y también deberás memorizar todos los poemas en veinte rollos del Kokinshuu" le decía un cortesano a su hija en “El libro de la almohada".
Su música es simplemente deliciosa.
La religión del ateísmo
Hace 10 años
0 Comentarios:
Publicar un comentario