Miramos al cielo con el corazón encogido y lágrimas en los ojos pidiendo que alguien, o algo nos eche una mano. Buscamos a la desesperada el milagro. Y ofrecemos a cambio lo poco o mucho que tengamos, a veces, lo único que tenemos: nuestro corazón y nuestra alma.
Yo ofrecí mi renuncia. Renuncia para que el barco siguiera a flote y no se hundiera. Renuncia para que volviera a salir el sol entre las nubes y la lluvia, y apareciera el arco iris de la esperanza. Renuncia a lo que más he querido. Renuncia porque el resultado era lo único que importaba.
Y el destino está a punto de cumplir el trato de esa noche de tormenta. Y pronto pasará a cobrarse su deuda. Y le espero aquí, sentada ya en el puerto, con una sonrisa triste, mirando como el arco iris se forma en el horizonte, miles de gotitas de agua descomponiendo en brillantes colores los rayos de luz que se filtran entre las nubes. Sabiendo que lo prometido es deuda y que la recompensa obtenida superará con creces lo pedido.
1 Comentarios:
Si ha valido la pena siéntate a gusto y tranquila en el puerto, y desátate las zapatillas que alguna ola revoltosa te mojará los pies.
26 de marzo de 2010, 3:43La sonrisa triste emana vestigios de que fue bonito mientras duró, de que el suspiro que acompaña al adiós no es cabizbajo. Dicen que nada es para siempre aunque también a esto me oponga a creerlo.
Me quedo con el dicho de que "cuando el río suena es porque la presa se esta rompiendo", y con que los parches en cosas así solo sirven para añadir páginas sin sentido a la crónica de una muerte anunciada.
Encontrarás otro crucero con rumbo distinto, el camino, la experiencia y los viajeros dictarán el nuevo resultado, pero incluso puede que algún intrépido grumete te devuelva esa parte de ti que no creo que perdieras, si no que simplemente la dejaste olvidada.
Lo importante no es el resultado, son los sumandos.
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