Una de las cosas que he aprendido en los últimos tiempos es que el conocimiento no llega cuando uno lo busca, sino cuando se está preparado para asimilarlo y usarlo.
Quizá por eso, a pesar de haberme leído casi toda la obra de Paulo Coelho, "El Zahir" no cayó en mis manos hasta la semana pasada... lo había visto antes, pero no había sentido el impulso irrefrenable de cogerlo.
Tardé en leerlo unas ocho horas (tiempo medido por viajes en transporte público XD)... me quedé enganchada, quizá por la similitud de la historia que cuenta el libro con lo que yo había pasado.
Para quien no lo haya leído (y tranquilos, que no lo voy a destripar), el libro narra la historia de un hombre que pierde a su mujer, y ésta, una vez desaparecida, pasa a ocupar todos sus pensamientos, hasta convertirse en una obsesión. La única razón por la que está vivo, por la que sigue adelante... hasta una espiral de locura y desesperación, que acaba desembocando en un proceso de transformación interior.
Según Jorge Luis Borges, el concepto de Zahir proviene del Islam, y viene a significar algo así como "presente" e "incapaz de pasar desapercibido". Es algo, o alguien, que acaba ocupando nuestro pensamiento, hasta tal punto, que no somos capaces de concentrarnos en nada más. Así el zahir pasa a ser una obsesión que conlleva al inmovilismo, concentrados sólo en él somos incapaces de hacer nada más, de ver cual es el problema en realidad.
En el libro, el protagonista acaba aceptando su zahir, dejándose llevar por él en un proceso de transformación interior. Algo así me pasó a mí, con la diferencia de que yo libré una verdadera batalla hasta que lo acepté, y después, igual que vino, comencé a dejarlo ir. Y yo, al igual que el protagonista, comencé de nuevo un proceso de transformación interior, mis 40 días en el desierto (que realmente van camino de dos meses).
En este proceso llegué a verme como un verdadero monstruo, una persona horrible. Llegué a perder la esencia de lo que era realmente para verme como yo creía que los demás me veían a mí. Llegué a ver sólo lo malo que había en mí, porque pensé que los demás sólo eran capaces de ver mi sombra, y me hundí hasta el fondo, dejándome arrastrar por ella. A veces es necesario hundirse en el fango, hasta el cuello, para poder salir de nuevo a la superficie, y darse cuenta de que poco podemos hacer por cambiar lo que los demás piensan de nosotros, sino que lo que hay que hacer es concentrarse en cambiar la percepción que tenemos de nosotros mismos, crecer y ser mejores personas, volcar eso al exterior, y luego, si alguien quiere acercarse y cambiar la opinión que tenía sobre nosotros, bienvenido sea, si no, también estará bien.
Como Alma y Alex me dirían, ya me estoy abriendo demasiado, pero otra de las cosas que a mí me hacen bien, y además en el libro hablan sobre ello, es contar la historia personal, para ir vaciándose poco a poco, y dejar espacio para todo lo nuevo que tenga que llegar.
La religión del ateísmo
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