A la salida del metro de San Lorenzo hay unos bloques con unos jardines la mar de particulares, teniendo en cuenta que nos encontramos en un barrio periférico de la capital, tienen árboles frutales: olivos, limoneros, higueras, naranjos... y almendros, pero no de los ornamentales, almendros con fruto, ya que a pesar de haber pasado casi el invierno en esta vorágine de cambio climático que estamos viviendo, aún cuelgan algunas almendras de unas ramas casi descarnadas.
Pues desde la semana pasada los almendros están floreciendo, con una florecillas blancas, no muy grandes... y esta noche, al salir del trabajo y dar mi acostumbrado paseo, al ver los pétalos que comienzan a alfombrar el suelo, he percibido su olor, dulzón, al lado de una carretera llena de coches, atascos y pitidos... la vida y la belleza se abren paso en todas partes, incluso en los lugares más oscuros.
Y me he dado cuenta de la fragilidad de esa flor, no tiene unos días de vida y sus pétalos , llevados por una leve brisa, vuelan al suelo, la polución le arranca su aroma, pero éste permanece. Y por eso me he dado cuenta de que dentro de la mayor fragilidad se esconde la fuerza más poderosa, la fuente de la vida, la semilla de un nuevo nacimiento, que dará vida a un nuevo ser, en el inmenso sacrificio de la transformación y el crecimiento.
Y por eso yo soy como la flor del almendro, que tiembla ante la más ligera brisa, que deja caer lágrimas como pétalos, un ligero perfume difícil de apreciar. Pero también dentro de mí está la semilla de la transformación, de la nueva vida, con una fuerza imparable.
Habrá alguien que me descubra a mí igual que yo descubrí los almendros?
Pues desde la semana pasada los almendros están floreciendo, con una florecillas blancas, no muy grandes... y esta noche, al salir del trabajo y dar mi acostumbrado paseo, al ver los pétalos que comienzan a alfombrar el suelo, he percibido su olor, dulzón, al lado de una carretera llena de coches, atascos y pitidos... la vida y la belleza se abren paso en todas partes, incluso en los lugares más oscuros.
Y me he dado cuenta de la fragilidad de esa flor, no tiene unos días de vida y sus pétalos , llevados por una leve brisa, vuelan al suelo, la polución le arranca su aroma, pero éste permanece. Y por eso me he dado cuenta de que dentro de la mayor fragilidad se esconde la fuerza más poderosa, la fuente de la vida, la semilla de un nuevo nacimiento, que dará vida a un nuevo ser, en el inmenso sacrificio de la transformación y el crecimiento.
Y por eso yo soy como la flor del almendro, que tiembla ante la más ligera brisa, que deja caer lágrimas como pétalos, un ligero perfume difícil de apreciar. Pero también dentro de mí está la semilla de la transformación, de la nueva vida, con una fuerza imparable.
Habrá alguien que me descubra a mí igual que yo descubrí los almendros?
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