Queridos Reyes Magos,
Como este año he sido tan rebuena, he currado tanto (aunque llegase a las diez a trabajar), he mimado (lo que se ha podido) a mis amigos, no he dicho las puñeteras palabrotas de costumbre (Carlos puede verificarlo) y no he puesto a parir (apenas) a mis jefes... creo que ya es hora de que me traigáis el mejor regalo del mundo... ¿Qué cuál es? joer, adivinadlo vosotros, que para eso sois los magos.
Mi más afectuoso saludo
Una servidora
Bueno, coñas aparte. En esta época se suele ver a montones y montones de gente, aglomerándose en los centros comerciales, con el gesto desencajado buscando el regalo perfecto, el mejor regalo del mundo para sus seres queridos (y no tan queridos)... y es que hacer un buen regalo es difícil, y parece que cuando hacemos un regalo nos estamos sometiendo a examen: ¿Si me gasto tanto, será mucho o poco?, ¿y si ya lo tiene?, ¿y por qué no se me ocurre nada original y siempre acabo regalando lo mismo? y el tan temido ¿y si no le gusta? HORROR.
La verdad es que hacer un buen regalo (y yo entiendo por buen regalo un regalo que guste, no tiene porqué ser carísimo) es algo bastante difícil. A mi, afortunadamente, no se me da mal. En mi caso, por suerte, es un don (joer, alguno tenía que tener después de los batacazos que llevo con el tema de la fotografía).
Y es que reflexionando sobre una conversación que tuve con una amiga hace una semana, y juntando eso con Hermann Hesse y con una casualidad del destino, unido a las fechas en las que estamos, llevo un par de días reflexionando sobre el regalo perfecto. Y es que al final, lo que de verdad cuenta, es que sintamos que la persona que nos regala algo, por pequeño que sea, lo haya hecho pensando en nosotros. Que lo que quiera que nos regale le haya recordado a nosotros, a la relación que tengamos. Y para eso no hace falta gastarse un pastizal. A veces no hace falta gastarse ni un duro. Por eso a las mamis se les saltan las lágrimas cuando su peque le trae el primer regalo del día de la madre del colegio, y lo mismo a los papás. Por eso se nos pone la piel de gallina cuando alguien nos dedica una canción en una discoteca... o toca el piano para nosotros... el mejor regalo del mundo puede ser un café en un bar, con una charla, un paseo por un parque, una poesía o una fotografía. A lo mejor, el mejor regalo del mundo, solamente es estar.
Por eso queridos míos, os deseo que Papá Noel, San Nicolás, sus Majestades los Reyes Magos de Oriente, la Befana italiana o vuestro dios particular os conceda el mejor regalo del mundo estas Navidades.
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