De la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio

03 agosto 2010



Personalmente soy de las que creen que el crecimiento personal pasa por la observación a uno mismo y atención constante. Que no es fácil, pero se intenta. Aunque, evidentemente, siempre podemos tener la suerte de contar con alguien que nos eche una mano en esta labor (o no me dirán que una de las especialidades del ser humano no es ver la paja en el ojo ajeno...). El problema está en que a lo mejor esa viga no nos deja ver la suerte que se tiene con contar con alguien así.

Pero a veces esa viga también nos impide ver más cosas. Por ejemplo, las razones por las cuales alguien nos saca de nuestras casillas, siempre, da igual la situación o circunstancia. Hay algo en esa persona que nos pone de los nervios y la sola idea de enfrentarnos a ella nos altera.

Este es mi caso. Digamos que la persona que me altera es incapaz de hilvanar dos frases seguidas y usa muletillas constantemente. Tarda muchísimo en completar una frase al hablar.  Es cuadriculado y una vez se le ha metido una cosa en la cabeza nadie es capaz de sacarlo de ahí. Jamás admite un error y prefiere dejarte por mentiroso antes que admitir que se ha equivocado. Tarda muchísimo en captar conceptos nuevos o abrirse a ideas nuevas... Bueno, y lo voy a dejar aquí porque los que me conozcan bien ya saben de quién hablo. Y también saben de mi proverbial impaciencia (mi caballo de batalla), con lo cual, personalmente se me hace insufrible estar con esta persona. Pero  no me queda más remedio.

El tema está en que hay un concepto en psicología, denominado "la sombra" y acuñado con Carl Jung, y que englobaría todo aquello que está en nuestro subconsciente, todo aquello oscuro y que no aceptamos de nosotros mismos. Y precisamente, por no verlo en nosotros, lo solemos ver en los demás, y es esa parte de los demás que refleja nuestra sombra lo que más nos saca de nuestras casillas. 

Y dándole vueltas a este tema, tuve que hacer un auténtico ejercicio de introspección para averiguar qué reflejaba de mí esa persona que tanto me sacaba de mis casillas, porque así, a primera vista, cualquiera que me conozca sabe que somos como el sol y la luna, totalmente opuestos: yo con facilidad de palabra (demasiada a veces), capto los conceptos bastante rápido, admito mis errores... No ha sido fácil, pero sí provechoso: y es que su misma dificultad para expresarse, la tengo yo también. En distintas circunstancias y de distinta forma, pero en el fondo significa lo mismo.

Mi viga es no hablar cuando debo hacerlo, no defenderme o defender mis derechos. Callarme por cobardía o por no crear más problemas donde ya los hay. O hablar cuando debería callarme.  Es el no saber decir "basta" o "no". O es el no decir directamente y a las claras todo lo bueno que llevo dentro, directamente y a la cara. Y sí, también tengo que reconocer que soy tremendamente cabezota.

Tengo suerte, no todos tenemos a alguien que nos da una patada en el culo, o que nos refleja aquello que más nos saca de nuestras casillas para que nos demos cuenta de nuestros propios fallos. Ahora sólo me queda averiguar qué es lo que tiene que enseñarme mi némesis personal desde hace casi diez años... y que vuelve una y otra vez...

2 Comentarios:

José Luis dijo...

Ese especimen que describes es muy habitual en los grupos humanos. Conozco yo a alguno que habría que untarle con brea y emplumarle. Pero toda antítesis tiene su espejo y tampoco conviene darle más vueltas: lo que pasa es que hay días que no estamos para muchas cosas y, a poquito, nos revientan las banalidades.
Será la falta de paciencia por la edad que se va cumpliendo, digo yo.
Un abrazo!!

4 de agosto de 2010, 9:18
Cristina dijo...

José Luis, en mi caso yo perdí la paciencia en la infancia (me la quemaron mis hermanos) y ahora la voy recuperando... lo que pasa es que a veces se encuentra uno con especímenes cómo éste y la pierde toda de golpe, otra vez. Si lo suyo no es que sea mala persona, que no lo es, sólo es que me saca de mis casillas, y efectivamente, hay días que no estamos ni para que nos tosan.
Otro abrazo para tí!

4 de agosto de 2010, 14:09