Kali

04 noviembre 2009

Su piel azul, perlada de agua y sal refulgía ante el fuego, nos habíamos dado un baño en las heladas aguas del Índico, dejando que el océano comenzara la limpieza.
De pie, una frente a la otra... en medio el fuego, y sobre nuestras cabezas el cielo tachonado de estrellas como testigo. Es inevitable sentirse inmensamente pequeña... ella es Tierra, Aire, Agua y Fuego, el Todo. Se oye el rugir de las olas, ir y venir, y sabes que es su sangre, aspiras el aire y sientes la calidez de su aliento, miras el fuego y ardes bajo su mirada... te sostienes en la tierra y es su piel la que te sostiene.

"Nada puede nacer de nuevo sin ser antes destruido. Para renacer deberás reducirte a cenizas. Yo soy la madre dadora de vida, yo soy la madre destructora. Soy muerte y soy vida"

La brisa marina trajo a nuestros oídos la música de cientos de tambores, del batir de palmas, la música primigenia que era el latido de la tierra. Se acercaba y se alejaba, era estridente y rápida o suave y lenta como un susurro... comenzamos a girar y girar alrededor del fuego, dando saltos y gritos cuando la música nos llevaba, deslizándonos y cimbreándonos como serpientes, al ritmo de los susurros, con suavidad...

"La vida es sensualidad, báilala. Siéntela... recorre cada poro de tu piel... es excitación... es fuego"

El sudor bañaba nuestros cuerpos, y miles de gotitas  se iluminaban por el reflejo de las llamas... éramos seres de luz danzando alrededor de la hoguera, girando y girando... nuestras sombras se recortaban en la arena, creciendo y empequeñeciéndose, girando en la rueda de la vida...

"La vida es muerte, es llanto, tormenta y cenizas... es el descanso en la tierra, es el frío...la muerte está contigo, vívela"

La música se vuelve frenética, la danza es cada vez más rápida... se acerca el climax... las llamas se alzan y su crepitar es más fuerte... nos envuelve la tormenta, arrecia el viento, lo tambores taladran los oídos... después, todo es oscuridad.

El mar es sólo un susurro, el fuego ya es sólo ascuas y cenizas, el viento ha parado y las estrellas han sido engullidas por un nuevo amanecer... tumbadas en la arena dejamos que las olas laman nuestras piernas, que refresquen el fuego, que disuelvan las cenizas...

"Sumérgete en las aguas. El océano es fuente y origen de toda vida. Es tu madre y es tu padre, te sanará las heridas... ahora devuélvele aquello con lo que cargas"

Y como un vómito sin principio ni fin, la rabia y el rencor comenzó a salir por mis manos, por mis ojos y por mi boca... una masa negra y viscosa, cuyos tentáculos habían aprisionado mi lengua, mi garganta, mi corazón y mi alma... una masa que iba cayendo al mar y desaparecía en él, como si nunca hubiera existido... a veces creí que me llevaba con ella, como si esa rabia contenida, cuya existencia desconocía, hubiera sido la razón de seguir adelante... pero el mar se la llevaba con él y yo quedé vacía... al final, sólo quedaron dos pequeñas y brillantes piedras negras. Kali lanzó una hacia el horizonte, al sol naciente. Yo lancé la otra.

"Esto es el principio del fin... aún habrás de ser cenizas, para renacer de nuevo".

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