Once minutos

18 octubre 2009



Apagar la luz. Cerrar las cortinas.

Pedirle que se quite la ropa. Quitarse también la suya.

La oscuridad física nunca es total.

Sacar dos pañuelos, cuidadosamente doblados... acercarse a él y pedirle que le vende los ojos. Él duda por un momento y comenta algo sobre algunos de los infiernos por los que ya pasó.Ella le dice que no se trata de eso, que simplemente necesita tener oscuridad total, que ahora es su turno de enseñarle algo, como ayer él le había enseñado sobre el dolor. Él se entrega, se pone la venda. Ella hace lo mismo. Están en la verdadera oscuridad, uno precisa de la mano del otro para llegar hasta la cama.

No, no debemos acostarnos. Vamos a sentarnos como siempre hemos hecho, frente a frente, sólo que un  poco más cerca, de modo que mis rodillas toquen tus rodillas.

Siempre quiso hacer esto, pero nunca tenía lo que necesitaba: tiempo.

Está harta, quiere que las semanas que faltan pasen rápidamente y por eso se entrega a ese hombre, porque allí está la luz de su propio amor escondido. El pecado original no fue la manzana que Eva comió, fue creer que Adán tenía que compartir exactamente lo que ella había probado. Eva tenía miedo de seguir su camino sin la ayuda de alguien, y entonces quiso compartir lo que sentía.

Ciertas cosas no se comparten. Tampoco se puede tener miedo de los océanos en los que nos sumergimos por nuestra libre voluntad, el miedo obstaculiza el juego de todo el mundo... Amémonos los unos a los otros, pero no intentemos poseernos los unos a los otros.

"Amo a este hombre que está frente a mí porque no lo poseo, y él no me posee. Somos libres en nuestra entrega (...)".

(...) El hombre también es una mujer, quiere encontrar a alguien, descubrir un sentido para su vida.

Me gustaría darle la felicidad de enseñarme algo nuevo, como lo que ayer me enseñó sobre el sufrimiento (..). Vi que es feliz cuando me hace aprender algo, entonces que me haga aprender, que me guíe. Me gustaría saber cómo se llega hasta el cuerpo, antes de llegar al alma, a la penetración, al orgasmo.

Extiende el brazo y le pide a él que haga lo mismo. Susurra unas pocas palabras, diciéndole que aquella noche, en aquel lugar de nadie, le gustaría que descubriese su piel, el límite entre ella y el mundo. Le pide que la toque, que la sienta con sus manos, porque los cuerpos se entienden, aunque las almas no siempre estén de acuerdo.

(...)

- Finalmente, me gustaría que entendieras mejor a los hombres. Hablas de expresar tu sexualidad femenina, de ayudarme a navegar por tu cuerpo, a tener paciencia, tiempo. Estoy de acuerdo, pero ¿ya se te ha ocurrido pensar que nosotros somos diferentes, por lo menos en lo que a tiempo se refiere?... No tenía valor para pedirte: enséñame tu cuerpo. Pero cuando te encontré, vi tu luz y te amé inmediatamente, pensé que a esas alturas de la vida ya no tenía nada más que perder si era honesto conmigo, y con la mujer que quería tener a mi lado.
¿Quién te ha dicho que los hombres sólo pensamos en el sexo? Al contrario, pasamos años de nuestra vida intentando hacernos creer a nosotros mismos que el sexo es importante... pero sabes una cosa? no entendemos nada. Creemos que sexo y eyaculación son lo mismo, pero no lo son.  No aprendemos porque no tenemos valor para decirle a una mujer: enséñame tu cuerpo. No aprendemos porque ella tampoco tiene el valor para decir: aprende cómo soy. Nos quedamos en el primitivo instinto de supervivencia de la especie, y eso es todo.


Extraído de "Once minutos" de Paulo Coelo

4 Comentarios:

Paco Becerro dijo...

No me gusta Paolo Coelho, aunque -como no- he leído dos libros suyos, y es que no me gusta, porque dice lo que esperas oir.

No es malo, aunque sea muy obvio, pero no todo es tan simple como lo dice.

El relato da por hecho una generalización, de que todos los hombres son así, apresurados,y todas las mujeres son frágiles y esperan esos tiempos.

En mi vida he conocido hombres y mujeres de todo tipo, imposibles de reducir a un denominador común.

Besos Cristina.

19 de octubre de 2009, 11:59
Cristina dijo...

En la vida nada es simple... el extracto habla de esa generalidad, pero en realidad los personajes son al revés de lo que aparece aquí, al menos en un primer momento: él es el frágil, ella se ha puesto una armadura para poder seguir en el mundo...
me recordó a mí...
Todos somos distintos... pero al final, creo que casi todos buscamos lo mismo, no?
Un beso Futblo

20 de octubre de 2009, 11:29
Mad Hatter dijo...

Estoy de acuerdo con "FutBlo", aunque a veces es bueno que nos recuerden las cosas obvias, porque muchas veces tampoco resultan tan obvias para todo el mundo. En realidad la palabra "obvio" nunca me ha gustado nada.
A mi me ha gustado el texto y la foto es preciosa.
Gracias por hacernos pensar y reflexionar, Cristina.
Besos.

20 de octubre de 2009, 13:12
M. J. Verdú dijo...

Creo que tener tiempo es un gran lujo. Soy una gran admiradora de Paulho Coelho y de tu blog, Cristina

3 de noviembre de 2009, 19:41