Érase una vez...

10 julio 2009


Érase una vez un pájaro, adornado con un par de alas perfectas y plumas relucientes, coloridas y maravillosas. En fin, un animal hecho para volar libre e independiente, para alegrar a quien lo observase. Un día, una mujer lo vió y se enamoró de él. Se quedó mirando su vuelo con la boca abierta de admiración, con el corazón latiéndole más deprisa, con los ojos brillantes de emoción. Lo invitó a volar con ella, y los dos viajaron por el cielo en completa armonía. Ella admiraba, veneraba, adoraba al pájaro.

Pero entonces pensó:"¡Tal vez quiera conocer algunas montañas distantes!". Y la mujer tuvo miedo. Miedo de no volver a sentir nunca más aquello con otro pájaro. Y sintió envidia, envidia de la capacidad de volar del pájaro.

Y se sintió sola.

Y pensó: "¡Voy a poner una trampa. La próxima vez que el pájaro venga, no volverá a marcharse!".

El pájaro, que también estaba enamorado, volvió al día siguiente, cayó en la trampa y fue encerrado en una jaula.

Todos los días ella miraba al pájaro. Allí estaba el objeto de su pasión, y se lo enseñaba a sus amigas, que comentaban lo afortunada que era. Sin embargo, empezó a producirse una extraña transformación: como tenía al pájaro, y ya no tenía que conquistarlo, fue perdiendo el interés. El pájaro, sin poder volar ni expresar el sentido de su vida, se fue consumiendo, perdiendo el brillo y se puso feo, y ella ya no le prestaba atención, excepto para alimentarlo y limpiar la jaula.

Un buen día, el pájaro murió. Ella se puso muy triste y no dejaba de pensar en él. Pero no recordaba la jaula, recordaba sólo el día que lo había visto por primera vez, volando contento entre las nubes.

Si profundizase en sí misma, descubriría que aquello que la emocionaba tanto del pájaro era su libertad, la energía de las alas en movimiento, no su cuerpo físico.

Sin el pájaro, su vida también perdió el sentido, y la muerte vino a llamar a su puerta. "¿Por qué has venido?", le preguntó a la muerte.
"Para que puedas volar de nuevo con él por el cielo -respondió la muerte-. Si lo hubieses dejado partir y volver siempre, lo admirarías y amarías todavía más. Sin embargo, ahora necesitas de mí para poder encontrarlo de nuevo".

Once Minutos

Ésta es la verdadera experiencia de la libertad: tener lo más importante del mundo, sin poseerlo.




1 Comentarios:

Mad Hatter dijo...

Es cierto, la libertad es lo más bello, pero la belleza suele despertar los sentimientos de posesión y codicia, cuando lo más bonito es compartir en libertad. Pero es muy difícil conseguir el equilibrio entre libertad y compromiso.
Interesante cuento.
Buen finde!

11 de julio de 2009, 12:02